LA VIDA ENTREGADA - LIBRO VOLVER AL AMOR de MARIANNE WILLIAMSON

 










4. LA VIDA ENTREGADA

«Bendita criatura de Dios, ¿Cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz?»



Relajarte, sentir el amor en tu corazón y hacer que sea tu luz interior en cualquier situación... tal es el significado de la entrega espiritual. Y eso nos cambia, nos convierte en personas más profundas, más atractivas.

En el budismo zen hay un concepto que se llama la «mente zen» o la «mente del principiante». Con esto quieren decir que la mente debe ser como un tazón de arroz vacío. Si ya está lleno, el universo no puede llenarlo. Si está vacío, tiene espacio para recibir. Esto significa que cuando creemos que ya tenemos las cosas resueltas, no se nos puede enseñar nada más. La auténtica visión intuitiva no puede darse en una mente que no está abierta para recibirla. La entrega es un proceso de vaciamiento de la mente.

En la tradición crística, este es el significado de «llegar a ser como un niño pequeño». Los niños pequeños no creen que saben lo que significan las cosas. A decir verdad, saben que no saben. Le piden a alguien mayor y que sepa más que se lo explique. Nosotros somos como niños que no saben, pero creemos que sí. La persona sensata no pretende que sabe lo que es imposible saber. «No sé» puede ser un enunciado que confiera autoridad. Cuando nos encontramos en una situación desconocida, dentro de nosotros hay algo que sabe. Con nuestra mente consciente, "nos hacemos a un lado para que un poder más elevado en nuestro interior pueda hacer acto de presencia y mostrarnos el camino a seguir".

Necesitamos menos pose y más carisma auténtico. Carisma era originariamente un término religioso que significaba «del espíritu» o «inspirado». Se refiere a dejar que la luz de Dios irradie a través de nosotros. Es una chispa que algunas personas poseen y que no se puede adquirir con dinero. Es una energía invisible con efectos visibles. Si nos despreocupamos, amamos y nada más, no nos convertimos en personas cuya vida es gris. Muy al contrario, es entonces cuando nos volvemos realmente brillantes. Porque dejamos brillar nuestra propia luz.

Estamos hechos para ser de esa manera. Estamos hechos para brillar. Mira a los niños pequeños. Son todos tan únicos, antes de que empiecen a tratar de serlo, por que demuestran el poder de la auténtica humildad. Esta es también la explicación de «la suerte del principiante». Cuando nos encontramos por primera vez en una situación y desconocemos las reglas, no fingimos que las conocemos, y todavía no sabemos de qué hay que tener miedo. Esto libera a la mente para crear a partir de su propio poder superior. Las situaciones cambian y «las luces se encienden» simplemente porque nuestra mente se ha abierto para recibir al amor. Hemos dejado de ser un estorbo en nuestro propio camino.

El amor es una manera de ganar, una vibración triunfante y atractiva. Si pensamos que el éxito es difícil, entonces, para nosotros, lo será. El éxito en la vida no tiene por qué conllevar ninguna tensión negativa. No tenemos que pelearnos continuamente. Si lo piensas bien, verás que «agarrar el toro por los cuernos» es algo muy peligroso. De hecho, la tensión de la ambición limita efectivamente nuestra capacidad para el éxito porque nos mantiene en un estado de contracción emocional y física. Parece que nos diera energía, pero en realidad no es así, como si fuera el azúcar blanco de la salud mental; tras un ascenso rápido, sobreviene una caída. El cultivo del descanso mental, o de la entrega, es como comer alimentos sanos. No nos dan un inmediato empujón hacia arriba, pero con el tiempo nos proporcionan mucha más energía.

Para ello no es necesario pasarse el día sentado en la postura del loto. Sigue habiendo una excitación, pero más suave. Muchas personas asocian la vida espiritual con una película de serie B. Sin embargo, Dios no hace desaparecer todo el dramatismo de la vida, sino solamente el dramatismo barato. No hay nada más dramático que el auténtico crecimiento personal. Nada puede ser más auténticamente dramático que los niños que se convierten en hombres de verdad y las niñas que llegan a ser verdaderas mujeres.

Cuando nos entregamos y nos limitamos a amar sucede algo sorprendente. Nos introducimos en otro mundo, en un ámbito de poder que está ya dentro de nosotros. El mundo cambia cuando nosotros cambiamos, se ablanda cuando nos ablandamos, nos ama cuando nos decidimos a amarlo.

Entrega es la decisión de dejar de pelear con el mundo y, en cambio, empezar a amarlo. Es una paulatina liberación del dolor. Pero liberarse no es separarse por la fuerza de algo, sino "fundirse serenamente con lo que realmente somos". Nos despojamos de nuestra armadura y descubrimos la fuerza de nuestro yo crístico. Un curso de milagros nos dice que si bien «pensamos que sin el ego todo sería caótico, lo que es verdad es lo opuesto.» Sin el ego, todo sería amor».

Lo que se nos pide es, simplemente, que cambiemos nuestra manera de enfocar las cosas y experimentemos una percepción más tierna. Es todo lo que Dios necesita. Apenas un único y sincero momento de entrega, en que el amor sea más importante que nada, y ya sabemos que nada más importa realmente, en absoluto. Lo que Él nos da a cambio de abrirnos a Él es un desbordamiento de Su poder desde muy adentro de nosotros. Recibimos Su poder para compartirlo con el mundo, para sanar todas las heridas, para despertar todos los corazones.


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SANA TU CUERPO de LOUISE L. HAY






 

 

La efectividad del poder está en el momento presente

Aquí mismo y ahora, en nuestras propias mentes. No importa cuánto tiempo hayamos tenido pautas negativas, o una enfermedad, una mala relación, apuros económicos, u odio a nosotros mismos: podemos comenzar a cambiar hoy. Los pensamientos que hemos albergado y las palabras que hemos empleado repetidamente han creado nuestras experiencias hasta este momento. No obstante, eso es pensamiento pasado, ya lo hemos tenido. Lo que escojamos pensar y decir hoy, en este momento, creará el mañana y el pasado mañana, la semana que viene, el mes que viene y el año que viene. La efectividad del poder está siempre en el momento presente. Aquí es donde comenzamos a hacer cambios. Qué idea más liberadora. Podemos comenzar a dejar marchar las viejas tonterías. Ahora mismo. El comienzo más insignificante es ya importante. Cuando bebés, éramos todo amor y alegría. Sabíamos lo importantes que éramos, nos sentíamos el centro del universo. El bebé tiene una inmensa osadía, pide lo que necesita y expresa sus Sentimientos sinceramente. Se ama a sí mismo completamente, cada parte de su cuerpo, incluidas las heces. Sabe que es perfecto. Y esa es la verdad de nuestro ser. Todo lo demás son tonterías aprendidas y se pueden desaprender.

Cuántas veces hemos dicho: «Yo soy así», o «Las cosas son así». Lo que en realidad queremos decir es que eso es «lo que creemos que es verdad para nosotros». Por lo general, lo que creemos es únicamente la opinión de otra persona que hemos aceptado e incorporado a nuestro propio sistema de creencias. Algo que encaja con las otras cosas que creemos. Si cuando éramos niños se nos enseñó que el mundo es un lugar temible, aceptaremos como cierto todo lo que encaje con esa creencia. «No te fíes de los desconocidos», «No salgas por la noche», «La gente te engaña», etc. Por otra parte, si en los primeros años de nuestra vida se nos enseñó que el mundo es un lugar seguro y alegre, entonces creeremos otras cosas. «El amor está en todas partes» «La gente es amable» «Me llega el dinero con facilidad», etc. La vida refleja nuestras creencias.

Muy rara vez nos sentamos a cuestionar nuestras creencias. Podría preguntarme, por ejemplo: « ¿Por qué creo que me resulta difícil aprender? ¿Es cierto eso? ¿Es cierto eso para mí, ahora? ¿De dónde proviene esa creencia? ¿Lo sigo creyendo porque en mi primer año de escuela la profesora me lo repitió una y otra vez? ¿Estaría mejor yo, valdría más si dejara esa creencia?».

Haz una pausa y coge al vuelo tu pensamiento. ¿Qué estás pensando en este preciso momento? Si los pensamientos dan forma a nuestra vida y experiencias, ¿te gustaría que ese pensamiento se hiciera realidad para ti? Si es un pensamiento de inquietud o rabia o de dolor o venganza, ¿Cómo crees que volverá a ti ese pensamiento? Si deseamos una vida dichosa, hemos de pensar pensamientos dichosos. Cualquier cosa que enviemos mental o verbalmente volverá a nosotros en esa misma forma.

Tómate un tiempo para escuchar las palabras que dices. Si te escuchas decir algo tres veces, escríbelo: se te ha convertido en pauta. Al final de la semana mira la lista y verás cómo tus palabras se conforman a tus experiencias. Decídete de buena gana a cambiar tus palabras y pensamientos y observa cómo cambia tu vida. La forma de controlar nuestra propia vida es controlar nuestra elección de palabras y pensamientos. Nadie piensa en tu mente sino tú.

Equivalentes mentales: Las pautas de pensamiento que dan forma a nuestra experiencia

Tanto el bien como el mal, están en nuestras vidas son consecuencias de las pautas de pensamiento que forman nuestras experiencias, Todos tenemos muchas pautas mentales que nos producen experiencias buenas y positivas; éstas las disfrutamos. Lo que aquí nos interesa son las pautas de pensamiento negativas que nos producen experiencias desagradables y nada gratificantes. Nuestro deseo es cambiar nuestro malestar en la vida por una salud perfecta.

Hemos aprendido que para cada efecto en nuestra vida hay una pauta de pensamiento que lo precede y lo mantiene. Nuestras pautas de pensamiento constantes crean nuestras experiencias. Por consiguiente, al cambiar estas pautas podemos cambiar nuestras experiencias. Qué alegría sentí cuando descubrí por primera vez la expresión «causas metafísicas». Estas palabras describen el poder que hay en las palabras y en los pensamientos; poder que crea experiencias. Este nuevo conocimiento me hizo comprender la conexión existente entre los pensamientos y las diferentes partes del cuerpo y los trastornos físicos. Me enteré de cómo, sin saberlo, había creado mal esta en mí misma, y esto tuvo gran importancia en mi vida. Podía dejar de culpar a la vida y a otras personas por lo que iba mal en mi vida y en mi cuerpo. Ahora podía responsabilizarme totalmente de mi propia salud. Sin reprocharme ni sentirme culpable, comencé a descubrir la forma de evitar las pautas de pensamientos de malestar en el futuro.

No lograba comprender, por ejemplo, por qué tenía tortícolis una y otra vez. Entonces descubrí que el cuello representa la flexibilidad en las opiniones, la disposición a ver diferentes aspectos de un asunto. Yo había sido una persona muy inflexible que, por temor, me negaba a considerar otro aspecto de algún tema. Pero a medida que me fui haciendo más flexible en mi forma de pensar, y más capaz de ver, con afectuosa comprensión, el punto de vista de los demás, dejó de causarme molestias el cuello. Ahora, cuando siento algo de rigidez en el cuello, trato de ver dónde está esa rigidez en mi pensamiento.

Cambio de las viejas pautas

Con el fin de eliminar para siempre un trastorno, hemos de trabajar primero en disolver la causa mental. Pero como muchas veces no sabemos cuál es la causa, nos resulta difícil descubrir por dónde comenzar. De modo que si en estos momentos estás deseando saber cuál es la causa de tu dolor, espero que este librito te proporcione una clave para descubrirla, y sea al mismo tiempo una guía útil para construir nuevas pautas de pensamiento que te producirán salud de mente y de cuerpo.

He aprendido que para cada trastorno en nuestra vida hay una «necesidad», de otra manera no lo tendríamos. El síntoma es solo un efecto externo. Debemos entrar en el interior para disolver la causa mental. A esto se debe que la Voluntad y la Disciplina no funcionen: porque se limitan a luchar contra el efecto externo. Es como cortar la mala hierba en lugar de arrancarla de raíz.

Así pues, antes de comenzar las afirmaciones de Nuevas Pautas de Pensamiento, es necesario trabajar en la buena disposición a liberar la necesidad de... cigarrillos, o del dolor de cabeza, del exceso de peso o de lo que sea. Cuando la necesidad haya desaparecido, el efecto externo habrá de morir. Ninguna planta puede vivir cuando se la arranca de raíz.

Las pautas mentales causantes de la mayoría de los malestares del cuerpo son la crítica, la rabia, es resentimiento y la culpa. Por ejemplo, la crítica: si uno se entrega a ella durante un tiempo suficiente, suele conducir a enfermedades como la artritis. La rabia se transforma en cosas que hacen hervir, queman e infectan el cuerpo. El resentimiento que se alberga durante mucho tiempo se encona y corroe el yo conduciendo finalmente a la formación de tumores y cánceres. La culpa siempre busca castigo y conduce al dolor. Es mucho más fácil liberar estas pautas de pensamiento negativo cuando estamos sanos que tratar de erradicarlas bajo la influencia del miedo y ante la amenaza del bisturí.

La lista de equivalentes mentales que viene a continuación es el resultado de muchos años de estudio, de mi propio trabajo con clientes, de mis charlas y talleres. Es una útil guía de consulta rápida para encontrar las probables pautas mentales que se esconden tras el mal-estar del cuerpo.

Movida por el deseo de compartir este conocimiento con vosotros, os ofrezco este método de sanar el cuerpo. (pág. 11)



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El miedo al cambio












Por Borja Vilaseca


Tenemos tanto miedo al cambio, que muchos nos aferramos a una serie de mecanismos de defensa para no cuestionar las creencias con las que hemos creado nuestra identidad.

Cuenta una historia que el joven rey de un imperio lejano se cayó un día de su caballo y se rompió las dos piernas. A pesar de contar con los mejores médicos, ninguno consiguió devolverle la movilidad. No le quedó más remedio que caminar con muletas. Debido a su personalidad orgullosa, mandó publicar un decreto por el cual se obligaba a todos los habitantes a llevar muletas. Del día a la noche, todo el mundo comenzó a arrastrarse –en contra de su voluntad– con el apoyo de dos palos de madera. Las pocas personas que se rebelaron fueron arrestadas y condenadas a muerte. Desde entonces, las madres fueron enseñando a sus hijos a caminar con la ayuda de muletas en cuanto comenzaban a dar sus primeros pasos.

Y dado que el monarca tuvo una vida muy longeva, muchos habitantes desaparecieron llevándose consigo el recuerdo de los tiempos en que se andaba sobre las dos piernas. Años más tarde, cuando el rey finalmente falleció, los ancianos que todavía seguían vivos intentaron abandonar sus muletas, pero sus huesos, frágiles y fatigados, se lo impidieron. Acompañados por sus inseparables muletas, en ocasiones trataban de contarles a los más jóvenes que años atrás la gente solía caminar sin la necesidad de utilizar ningún soporte de madera. Sin embargo, los chicos solían reírse de ellos.

Movido por su curiosidad, en una ocasión un joven intentó caminar por su propio pie, tal y como los ancianos le habían contado. Al caerse al suelo constantemente, pronto se convirtió en el hazmerreír de todo el reino. Sin embargo, poco a poco fue fortaleciendo sus entumecidas piernas, ganando agilidad y solidez, lo que le permitió dar varios pasos seguidos. Curiosamente, su conducta empezó a desagradar al resto de habitantes. Al verlo pasear por la plaza, la gente dejó de dirigirle la palabra. Y el día que el joven –ya recuperado– comenzó a correr y a saltar, ya nadie lo dudó; todos creyeron que se había desquiciado por completo… En aquel reino, donde todo el mundo sigue llevando una vida limitada caminando con la ayuda de muletas, al joven se le recuerda como “el loco que caminaba sobre sus dos piernas”.


LA INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD

“Sé obediente. Estudia. Trabaja. Cásate. Ten hijos. Hipotécate. Mira la tele. Pide préstamos. Compra muchas cosas. Y sobre todo, no cuestiones jamás lo que te han dicho que tienes que hacer.”

(George Carlin)


No hay nadie a quien culpar. Pero lo cierto es que desde el día en que nacemos se nos adoctrina para que nos convirtamos en empleados sumisos y consumidores voraces, perpetuando el funcionamiento insostenible del sistema. Así es como, al entrar en la edad adulta, seguimos la ancha avenida por la que transita la mayoría, olvidándonos por completo de seguirnos a nosotros mismos, a nuestra voz interior. Por el camino nos desconectamos de nuestra verdadera esencia –de nuestros valores y principios más profundos–, construyendo una personalidad adaptada a lo que nuestro entorno más cercano espera de nosotros.

Si bien la sociedad y la tradición ejercen una poderosa influencia sobre cada uno de nosotros, en última instancia somos libres para tomar decisiones con las que construir nuestro propio sendero en la vida. Es una simple cuestión de asumir nuestra parte de responsabilidad. Sin embargo, tomar las riendas de nuestra existencia nos confronta con nuestro miedo a la libertad. De ahí que si parece que nada se transforma es porque –en primer lugar– la mayoría de nosotros nos resistimos a cambiar.

Prueba de ello es que tendemos a ridiculizar e incluso oponernos fieramente a procesos y herramientas –como el autoconocimiento y el desarrollo personal– orientados a cambiar nuestra mentalidad. Más que nada porque dicha actitud implicaría dar el primer paso hacia una dirección aterradora: cuestionarnos a nosotros mismos. Es decir, al sistema de creencias con el que hemos creado nuestro falso concepto de identidad.



LOS SIETE ENEMIGOS DEL CAMBIO


“Formamos parte de una sociedad tan enferma que a los que quieren sanar se les llama raros y a los que están sanos se les tacha de locos.”

(Jiddu Krishnamurti)


Al obedecer las directrices determinadas por la mayoría, hacemos todo lo posible para no salirnos del camino trillado, rechazando sistemáticamente ideas nuevas, diferentes y desconocidas. No nos gusta cambiar porque a menudo lo hemos hecho cuando no nos ha quedado más remedio. Por eso lo solemos asociar con la frustración y la vergüenza que conlleva sentir que nos hemos equivocado. O peor aún: que hemos fracasado. De ahí las tan pronunciadas sentencias: “¡Yo soy así y no pienso cambiar!” “¡Los que tienen que cambiar son los demás!”

Tanto es así, que existen siete mecanismos de defensa cuya función es la de garantizar la parálisis psicológica de la sociedad. En esencia, representan las principales motivaciones subyacentes de todas aquellas excusas que nos contamos a nosotros mismos para no cambiar. Estos mecanismos psíquicos nos llevan a tomar decisiones y a adoptar actitudes y comportamientos que van en contra de nuestro bienestar. O más concretamente, en contra de la posibilidad real de promover un cambio constructivo en nuestra manera de ver, entender y disfrutar de la vida.

El primer mecanismo de defensa es el miedo. Sin duda alguna, el más utilizado por el statu quo como elemento de control social. Cuanto más temor e inseguridad experimentamos los individuos, más deseamos que nos protejan el estado y las instituciones que lo sustentan. Basta con bombardear a la población con noticias y mensajes con una profunda carga negativa y pesimista. Sobre todo porque está demostrado que estos se instalan en algún oscuro rincón de nuestro inconsciente, alimentando así a nuestro instinto de supervivencia. Además, cuando vivimos con miedo nos sentimos mucho más vulnerables y amenazados. Y al buscar todo tipo de seguridades y certezas, cerramos las puertas de nuestra mente y nuestro corazón a lo nuevo y lo desconocido.


AUTOENGAÑO Y NARCOTIZACIÓN

“Nadie es más esclavo que quien falsamente cree ser libre.”

(Johann W. Goethe)

 


Dado que el cambio es el mayor enemigo del miedo, enseguida aparece en escena el autoengaño. Es decir, mentirnos a nosotros mismos –por supuesto sin que nos demos cuenta– para no tener que enfrentarnos a los temores e inseguridades inherentes a cualquier proceso de transformación. Para lograrlo, basta con mirar constantemente hacia otro lado, tratando de no pensar ni hablar sobre aquellos temas y asuntos que puedan incomodarnos.

Por esta razón, el autoengaño suele dar lugar a la narcotización. Y aquí todo depende de los gustos, preferencias y adicciones de cada uno. Lo cierto es que la sociedad contemporánea promueve infinitas formas de entretenimiento, que nos permiten evadirnos de nuestros pensamientos, emociones y estados de ánimo las 24 horas del día. Así es como intentamos sepultar nuestra latente crisis existencial. Dado que en general huimos permanentemente de nosotros mismos, lo más común es encontrarnos con personas que –al igual que nosotros– no van hacia ninguna parte.

Con el tiempo, esta falta de propósito y de sentido suele generar la aparición de la resignación. Cansados físicamente y agotados mentalmente, decidimos conformarnos, sentenciando en nuestro fuero interno que “la vida que llevamos es la única posible”. Es entonces cuando asumimos definitivamente el papel de víctimas frente a nuestras circunstancias y, por consiguiente, frente a la vida. Esta es la razón por la que solemos culpar a los demás y a nuestras circunstancias por todo aquello que no nos gusta acerca de nosotros y de nuestra vida.


ARROGANCIA Y CINISMO

Ninguna persona cambia hasta que su situación deviene insoportable.”

(José Antonio Marina)

 

Puesto que el victimismo se sostiene sobre un sistema de creencias erróneo y limitante, en caso de sentirnos cuestionados solemos defendernos impulsivamente por medio de la arrogancia, muchas veces disfrazada de escepticismo. Esta es la razón por la que solemos ponernos a la defensiva frente a aquellas personas que piensan de forma diferente a nosotros, insinuándonos que el cambio todavía es posible. Al mostrarnos soberbios e incluso prepotentes, lo que intentamos es preservar nuestra identidad rígida y estática, de manera que no nos veamos obligados a cambiar.

En el caso de que sigamos posponiendo lo inevitable, la arrogancia suele mutar hasta convertirse en cinismo. Sobre todo tal y como se entiende hoy en día. Es decir, como la máscara con la que ocultamos nuestras frustraciones y desilusiones, y bajo la que nos protegemos de la insatisfacción que nos causa llevar una vida de segunda mano, completamente prefabricada. Tal es la falsedad de los cínicos, que suelen afirmar que “no creen en nada”, poniendo de manifiesto que en realidad no creen en sí mismos.

Por último, existe un séptimo mecanismo de defensa: la pereza. Y aquí no nos referimos a la definición actual, sino al significado original que nos revela su raíz etimológica. Así, la palabra “pereza” procede del griego acedia, que quiere decir “tristeza de ánimo de quién no hace con su vida aquello que intuye o sabe que podría realizar”. No importa la edad que tengamos. Ni lo desoladoras o adversas que sean nuestras circunstancias actuales. Estamos a un solo pensamiento de dar el primer paso. Nadie dijo que fuera un proceso fácil. Pero para empezar a vivir nuestra propia vida –y no la de otros– el cambio es sin duda nuestro mejor aliado.


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