La muerte de un hijo es la ilusión más dolorosa de todas




Un gran maestro budista se pasó años enseñando a sus discípulos la naturaleza efímera de la vida. Un principio fundamental de la filosofía budista consiste en el reconocimiento de que toda forma cambia. El apego a cualquier forma y la resistencia al cambio son las causas de nuestro sufrimiento. El mismo principio se expresa en la cita de la Biblia: “No guardes tesoros en la tierra donde la polilla y la herrumbre corrompen”.

Un día, el hijo de diez años del maestro murió de pronto en un trágico accidente. El maestro estaba desconsolado. Sus discípulos le encontraron llorando y gimiendo obviamente de un dolor emocional insoportable por la pérdida de su querido hijo.

Los discípulos se quedaron perplejos y desilusionados. Se sintieron obligados a encararse con su maestro por lo que consideraban una contradicción en su ser.

-Maestro- dijeron-, ¿por qué está llorando? ¿No nos ha enseñado durante años la ilusoria y efímera naturaleza de todas las cosas? ¿No nos ha estado enseñando que la atracción y el apego son las causas del sufrimiento? Ahora no deja de lamentarse por la muerte de su hijo. ¿No está experimentando la inclinación y el apego? ¿No es todo esto una ilusión?


-dijo el maestro-, todo es una ilusión. Y la muerte de un hijo es la ilusión más dolorosa de todas.


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John E. Welshons, Cuando las oraciones no tienen respuesta.


 

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