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EL PODER DE LA CONCIENCIA de NEVILLE GODDARD

 






CAPÍTULO 1

YO SOY




YO SOY Todas las cosas, cuando son admitidas, son manifestadas por la luz: porque todo lo manifestado está hecho por luz. (Efesios 5:13)

La “LUZ” es conciencia. La Conciencia es una, manifestando en legiones de formas o niveles de  conciencia.

No hay nadie que no sea todo lo que es, porque la conciencia, aunque expresada en un infinito número de niveles, no es divisional. No hay separación real o hueco en la conciencia. YO SOY no puede ser dividido. Puedo considerarme ser un hombre rico, un hombre pobre, un hombre mendigo o un ladrón, pero el centro de mi ser permanece siendo el mismo, sin importar el concepto que uno mantiene de sí mismo. En el centro de la manifestación, hay un solo YO SOY manifestando en legiones de formas o conceptos de sí mismo, y “Yo soy el que Soy”.

Yo soy es la auto definición de lo absoluto, la fundación en la cual todo descansa. 

YO SOY es la  primera causa-sustancia. YO SOY es la auto definición de Dios.

YO SOY me ha enviado a ustedes. (Éxodos 3:14)

YO SOY EL QUE SOY. (Éxodos 3:14)

Aquiétate, y sabed que YO SOY DIOS. (Salmo 46:10)

YO SOY es un sentimiento de conciencia permanente. El mismo centro de conciencia es el sentimiento de YO SOY. Yo podré olvidar quien soy, donde soy, que soy, pero no puedo olvidar que YO SOY. La conciencia de ser permanece, sin importar el grado de olvido de quién, dónde y qué soy.

YO SOY es aquello que, en medio de innumerables formas, es siempre el mismo.
Este gran descubrimiento de causa revela que, bueno o malo, el hombre es realmente el árbitro de su propio destino, y que el concepto que él tenga de sí mismo determina el mundo en el que él vive (y su concepto de sí mismo es sus reacciones hacia la vida). En otras palabras, si tu estas experimentando problemas de salud, sabiendo la verdad de la causa, no puedes atribuir la enfermedad a ninguna otra cosa más que a tu particular organización de la causa-sustancia básica, una organización que (fue producida por tus reacciones a la vida) es definida por tu concepto “Yo estoy enfermo”. Es por esto que se te ha dicho “Deja que el hombre débil diga “Yo soy fuerte” (Joel 3:10), ya que por su asunción, la causa-sustancia – YO SOY- es reorganizada y debe, por lo tanto, manifestar aquello que la reorganización afirma. Este principio gobierna todos los aspectos de tu vida, ya sea social, financiero, intelectual o espiritual.

YO SOY es la realidad que, pase lo que pase, debemos acudir para explicar el fenómeno de la vida. Es el concepto mismo YO SOY el que determina la forma y escenario de su existencia.

Todo depende de su actitud hacia sí mismo: aquello que uno afirme como verdadero de sí mismo no  puede ser despertado en su mundo.

Eso es, tu concepto de ti mismo, como “Yo soy fuerte”, “Yo soy seguro”, “Yo soy amado”, determina el mundo en el que tú vives. En otras palabras, cuando tú dices “Yo soy un hombre, yo soy un padre, yo soy un Americano”, no estás definiendo distintos YO SOY; estás definiendo conceptos u organizaciones de la única causa-sustancia – El único YO SOY.

Aun en el fenómeno de la naturaleza, si el árbol pudiera hablar, diría “Yo soy un árbol, un árbol de  manzanas, un árbol fructífero”.

Cuando sabes que la conciencia es la única realidad, concibiéndose ser algo bueno, malo, o indiferente, y convirtiéndose en aquello de lo que se concibe ser – tú eres libre de la tiranía de las causas secundarias, libre de la creencia que hay causas afuera de tu propia mente que pueden afectar tu vida.

En el estado de conciencia del individuo, es donde se encuentra la explicación del fenómeno de la vida.

Si el concepto del hombre de sí mismo fuera diferente, todo en este mundo sería diferente.

Su concepto de sí mismo siendo lo que es, todo en su mundo debe ser como es.

Por lo tanto, es abundantemente claro que hay un solo YO SOY y que tú eres YO SOY.

Y aunque YO SOY es infinito, tu, por tu concepto de ti mismo, estás exponiendo solo un aspecto limitado de tu infinito YO SOY.



Construyan ustedes mansiones más estables,
Oh, mi alma,
Mientras las ligeras estaciones circulan,
Abandona tu pasado de techo bajo,
Permite que cada templo nuevo, más noble que el anterior,
Te cierre desde cielo con una
doma más grande
Hasta que tú finalmente seas libre,
Dejando así tu pequeña cascara,
Ya trascendida por el incansable mar de la vida!

(Oliver Wendell Holmes, Sr., "The Chambered Nautilus”)




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LA ARMONIZACIÓN CON EL INFINITO de R.WALDO TRINE













Pequeña introducción:

La Causa primordial del Universo es Dios, el espíritu de vida y poder infinitos que todo lo llena, todo lo anima y en todo y a través de todo se manifiesta por sí mismo, porque está en todas partes por esencia, presencia y potencia. Es el eterno e increado principio vital del que todo emana, por quien todo ha llegado a ser y continúa siendo. Si hay una vida individual, necesariamente ha de haber una fuente de infinita vida de la que aquélla emane. Si hay una corriente de amor, necesariamente ha de haber un manantial inagotable de amor de donde aquélla fluya. Si la sabiduría existe, es necesario que brote de una vena inagotable de omnisciencia. Lo mismo puede decirse respecto a la paz, al poder y a las llamadas cuestiones materiales.


Por consiguiente, Dios es el espíritu de vida y poder infinitos, procedencia y origen de cuanto existe. Dios crea, forma, rige y gobierna por medio de eternas e inmutables leyes y fuerzas el Universo que por todas partes nos rodea. Cada acto de nuestra vida está regido por esas leyes y fuerzas.

Las flores que vemos en las márgenes de los senderos, brotan, crecen, se abren y marchitan obedientes a leyes invariables, y a estas mismas leyes se sujetan los copos de nieve que, al formarse, caer y derretirse, juguetean entre cielo y tierra.

Nada hay en el Universo mundo sin su pertinente ley. En consecuencia, es necesario que superior a todo haya un legislador de mayor grandeza y poderío que las mismas leyes cuya causa es.

Aunque al espíritu de vida y poder infinitos que todo lo llena le llamamos Dios, de igual modo podríamos llamarle Bondad, Luz, Providencia, Ser Supremo, Omnipotencia, o darle cualquier otro nombre conveniente, pues no importa la palabra con tal que exprese la suprema Causa Universal en sí misma considerada. Así pues, Dios es el espíritu infinito que por sí solo llena el Universo, por quien y en quien todo existe y nada hay fuera de Él.

Como dice San Pablo, “en Dios vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser” (Hechos de los Apóstoles, 17:28).

Hubo y hay almas convencidas de que hemos recibido la vida de un soplo de Dios. Pero esta creencia en nada se opone fundamentalmente a la que de nuestra vida es semejante a la de Dios, de manera que son una misma esencia Dios y el hombre. Si Dios es el Espíritu infinito de vida, anterior a todo y de quien todo emana, nuestro individualizado espíritu procede de esta Fuente inagotable, por medio del soplo divino. Si nuestro espíritu individual emana del Espíritu infinito que se manifiesta en la vida de cada individuo, debe ser semejante en calidad a la fuente de que fluye.

¿Cómo podría ser de otra manera? Pero importa prevenir todo error considerando que, no obstante ser afines la vida de Dios y la del hombre, la vida de Dios es tan inmensamente superior y trasciende desde tal distancia a la vida del hombre individual, que abarca además toda otra vida, y difiere de ella en cantidad y grado. ¿No evidencia esta explicación que ambas opiniones son verdaderas, que las dos son una y la misma y pueden explicarse por medio de una misma alegoría?

Figurémonos en medio del valle un estanque alimentado por inagotable manantial situado en la falda de la montaña. El agua del estanque es en naturaleza, calidad y propiedades, idéntica a la del inmenso depósito, su fuente. Sin embargo, la diferencia está en que el conjunto de las aguas del depósito situado en la montaña es tan superior al de las del estanque del valle, que aquél podría alimentar sin agotarse un sinnúmero de estanques iguales al que alimenta. Así sucede en la vida del hombre.

Aunque como ya hemos dicho, nos diferenciemos del infinito Dios, anterior a todo, vida de todo y de quien todo procede, recibimos la vida individual de su divino soplo y por lo tanto nuestra vida es en esencia la vida de Dios.

Si esto es así, ¿no se infiere que el hombre se aproxima a Dios en la misma proporción en que se abre su ser al divino flujo? Si es así, necesariamente se infiere que en el grado en que efectúe esta aproximación, recibirá poder y fuerzas divinas. Y si el poder de Dios no tiene límites, ¿cabrá negar que los límites del poder del hombre son los que él mismo se traza por no conocerse a sí mismo?

 

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